La vida es como un partida de póquer. Cuando aún no sabes como funciona, hay alguien que maneja tus fichas y juega por ti. Una vez has aprendido, dejan todas tus fichas encima de la mesa, pues ha llegado tu turno. El croupier empieza a repartir mientras tú lo miras, con miedo a recibir unas cartas demasiado malas. Las levantas, las ordenas y piensas qué puedes hacer con ellas. Si son buenas, no hay problema, ganarás la partida sin ningún esfuerzo. Pero si son malas...solo tienes dos opciones. La primera es ser un cobarde y abandonar la partida. La segunda consiste en sacar valentía de donde no haya, apostar todas tus fichas y esperar a ver que cartas tienen los demás.
Personalmente...prefiero la segunda.