Pongamos que son las 2 de la mañana. Ambiente cargado, habitación pequeña. Altavoces que brillan por su falta de presencia y requemor en el cerebro por la última clase de Bolonia (o más bien de Boloñesa) presenciada a deshoras; por lo tanto, el descargue intelectual viene dado por definición, y aún así, no se descarta el probable goteo natural de ideas interesantes que pululan hambrientas en busca de logos.
Somos dos en esta historia. Perdón tres, si contamos a Agatha la guitarra, que nos mira desde una esquina, con un semblante y un brillo, que roza lo lúgubre pero acaba inundándote de vida, como esas noches tan amargas en las que la soledad consigue enseñarte más de lo que eres capaz de asimilar.
Después de una hora de intenso duelo baloncestístico proporcionado por la canastita anti-madurez que se esconde detrás de la puerta , un señor campero con patatas y mahonesa, y una serie de carcajadas contagiosas y engendradas por chistes malos y bostezos, la metáfora se antojaba necesaria. Una breve instropección y un par de miradas a Agatha detonan el artefacto.
La amistad es como una guitarra. Es fácil empezar con ella, prácticamente nadie tiene miedo a acogerla en sus brazos, y cualquiera sin conocimiento previo es capaz de aventurarse y fabricar unas risas entre colegas. Pero eso sí, y esto es...irrefutable, tanto la amistad como la guitarra necesitan de dos elementos vitales para alcanzar la armonía y llegar a crear música, arte, belleza. Estos son, sin temor alguno a equivocarme, el cariño y las buenas vibraciones.
BA DUM TSSS!!
Este es mi pequeño guiño al cariño amistoso. Nadie sabe muy bien cúales son sus límites, ni sus normas, cada uno lo ejerce como buenamente puede, intenta, o su pudor le permite. Después de la metáfora de la guitarra, llega el abrazo, el abrazo sincero y no cordial, y la energía positiva que ese contacto físico conlleva.
Yo por ejemplo, suelo dar muchos abrazos de este tipo, y muchas veces pienso y veo que otras personas, o en el ámbito social general, se suelen dar menos abrazos y muestras de cariño de los que de verdad se necesitan o se gustarían dar, y aún con esto, sigo pensando muchas otras personas sí que se nutren de ello, y por eso hay esperanza. Somos animales, nuestro instinto nos llama al contacto físico, el estereotipo y la visión social y educada nos alejan de él pero muchos aspectos siguen siendo vitales. Estar con un colega, relajarse de la carga social y lanzarte a dar un abrazo es lo mismo que decir: ¡Eh, tío, estoy agusto contigo, ahora soy yo mismo, existe una complicidad entre nosotros que nadie más tiene y ahora mismo necesito que sepas que me siento tu amigo!
Vergonzosos, estereotipados, temerosos de lo erótico y huidores de virus, no temáis. Ya dije que doy muchos abrazos pero también uso otra muestra de cariño que a mí me divierte, pero que en numerosas ocasiones a mis compañeros de andanzas no tanto. Me refiero a la llamada "violencia amistosa", que aunque su nombre pudiera resultar contradictorio suele ser efectiva cuando la ausencia de cariño se masca en el ambiente. Muchos han probado ya mis puñetazos, collejas, empujones, codazos, agarrones ...y así un largo etcétera.
Algunos reaccionan bien, otros no tanto, pero la realidad es que para mí también son muestras de cariño. Si estoy contigo, y existen buenas vibraciones, es probable que se acerque algún tipo de maltrato físico de forma inminente, pero no debes temer, en un ochenta por ciento de los casos soy capaz de controlar mi fuerza y no causar dolor agudo ni perpetuo. Es sólo una manera alternativa de decir todo ese rollo de la conexión, de la amistad y la complicidad pero de un modo más directo y chocante. Desde aquí lanzo un mensaje a mis amigos; que me perdonen ese veinte por ciento de los casos, y que se sientan contentos y felices, pues solo es cariño hardcore el que destilo.
Como conclusión, da abrazos o pega guantazos, pero no contengas tu instinto.
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